jueves, 26 de septiembre de 2013

Montaña rusa

Los últimos dos días han estado cargados de sensaciones contradictorias, como si estuviera en un viaje continuo de una montaña rusa. Los preparativos siguen y el día de marchar está cada vez más cerca. Alguno estaréis pensando: "Es solamente un mes, no es para tanto". Lo sé, pero hay cosas que este mes no podré disfrutar y me inquieta que algo pueda cambiar.

En general, desde que tengo memoria, he llevado mal los cambios. Imaginad mi temor a los que sucedan sin que yo esté. Creo que lo que estoy sintiendo es perfectamente lícito y normal cuando vas a marcharte, especialmente si nunca has estado tanto tiempo lejos de casa. Aunque ya va siendo hora, ¿no? 

Ay, los miedos. Para eso están, para superarlos, no para vivir sometida a ellos. He de ser valiente y eso estoy haciendo. Menos mal que cuento con las dos personas con las que hablo prácticamente todo. Una amiga y un novio que odian el queso, pero que me escuchan y me quieren. En ellos es en quienes pienso cuando por un momento me flaquean las fuerzas y paso por un bajón. Y aunque no sean conscientes de ello, les doy las gracias y me sacan una sonrisa sin querer, sin siquiera estar. 

Puedo deciros que mi mayor problema antes de marchar ha sido conseguir la moneda búlgara, lev, o en plural, leva. Parece ser que es una moneda muy depreciada y conseguirla fuera del pais búlgaro es misión imposible. Así que mi idea es conseguir cambio en el aeropuerto de Francfort-Hahn (tengo 5 horas para recorrérmelo enterito y dudo que sea muy grande) o, en último caso, conseguir que alguien que vaya en mi mismo vuelo a Plovdiv me cambie la cantidad necesaria para poder coger el taxi y el tren de después. 

Entonces, con esto lo que os quiero decir es que, si alguno está pensando en viajar a Bulgaria, por el motivo que sea, busquéis conseguir la moneda con antelación. Es probable que en una ciudad más grande que Coruña, en su aeropuerto, lo logréis, y siempre tranquiliza más irse ya con algo de dinero cambiado en mano. 

Pues venga, paremos la atracción. Quiero disfrutar de los dos días que me quedan y, sobre todo, quiero disfrutarlos con Valerón, mi perro. El nombre tiene su sentido: nació el 27 de mayo de 2012, día en el que el Deportivo consiguió el ascenso a Primera División, antes de volver a perder la categoría hace tan sólo unos meses. Y además, Juan Carlos Valerón fue el futbolista que me deslumbró desde pequeña. 

Este "pequeño" bicho (con rasgos de pastor alemán, pero que es un cruce) era algo que llevaba queriendo desde que era pequeña. Cuando por fin me dejaron tener un perro no me lo creía. Y ahora, más de un año después, es alguien imprescindible para mí. No me hago a la idea de un mes sin bajarlo a la calle. De despertarme y no verlo. De comer o cenar sien que esté poniendo ojitos para que comparta. 

Varlerón, Valerón, VA - LE - RÓN! 

Ay, Valerón. El día que vuelva a pisar Coruña no te podrás librar de mí. Bueno, ni tampoco hasta el domingo puesto que pretendo no separarme de ti hasta entonces. Tic tac. Tic tac. ¡Tan sólo DOS días, Sliven! 

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